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May 27, 2012

The New Deadwardians # 2 - Dan Abnett & I.N.J. Culbard

“Somehow, someone has managed to murder that which was not alive”. Indeed, as we saw on the first issue, a vampire has been murdered. Chief Inspector George Suttle must find an answer to the greatest enigma he’s come across with in his career as an investigator: how can a vampire be dead if there are no stakes in the heart, if the head hasn’t been removed and if there hasn’t been any exposure to daylight? Nobody knows the answer, but everyone is deeply concerned about this case.

This isn’t the Edwardian England you’ve read about in history books. London had almost crumbled under the weight of the living dead, mindless creatures who seek only to devour the living. These ‘restless’, however, are powerless before the ‘young’, the vampiric aristocracy that rules the British Empire. For noble men and women, taking the ‘cure’ is synonym of turning into a bloodsucking creature of the night.

“Lamella” is a peculiar concept coined by Lacan. A lamella is indivisible, indestructible and immortal –id est, undead in the sense this term has in horror fiction, exemplifying the obscene immortality of the "living dead" which can be shot at, stabbed or burned and will still clumsily go on. In Lacan’s own words, lamella does not exist, it insists.

There is a reason why the zombie subgenre is a worldwide success, and it’s because it’s deeply rooted in psychoanalytic terms that, consciously or unconsciously, appeal to us. Abnett, however, dares to take this even further, as he combines the legacy of Bram Stoker with the offspring of George A. Romero.

According to Freud, the death drive could be associated with the so-called "compulsion-to-repeat," an uncanny urge to repeat painful past experiences. It happens to us when we can’t overcome certain traumas, but it’s also a useful way of describing the behavior of the living dead in horror films, because the constant hunger is indeed a compulsory drive. The restless that surround London represent this repetition, this obscene immortality whereas the vampire represent the last bastion of human rationality and the sublime immortality, the beauty of never growing old, of ageless bodies.

Sutton starts investigating the murder, and without spoiling the surprises of this issue, I can say he finds out that something very dark is going on in England’s capital city. But how could it be other way if you have vampires and zombies coexisting in the same place?

The artist of the miniseries is I.N.J. Culbard, a name I wasn’t familiar with, but I think the stylistic tone of the series must come from him. The covers are like homages to advertisement placards from that era, and the interior pages share a few elements with the poster art, an artistic movement ushered in by the likes of Henri de Toulouse-Lautrec, Jules Chéret and Théophile Steinlen. Here, hatching techniques or gray tones give way to contrast and bright colors.
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"De algún modo, alguien se las ha ingeniado para asesinar aquello que no estaba vivo". De hecho, como vimos en el primer número, un vampiro ha sido asesinado. El inspector en jefe, George Suttle debe encontrar una respuesta al enigma más grande de su carrera: ¿cómo puede morir un vampiro si no hay estacas en su corazón, si no ha sido decapitado y si no ha sido expuesto a la luz del día? Nadie sabe la respuesta, pero todos están preocupados.

Esta no es la Inglaterra de 1901 que aparece en los libros de historia. Londres había casi sucumbido bajo el peso de los muertos vivientes, criaturas sin mente que devoran a los vivos. Estos 'seres que no descansan', sin embargo, no pueden amenazar a los 'jóvenes', la aristocracia vampírica que gobierna el imperio británico. Para los nobles, tomar la 'cura' es sinónimo de convertirse en un chupasangre nocturno.

Lacan acuñó el peculiar concepto de lamella. Una lamella es indivisible, indestructible e inmortal -es decir, no-muerto en el sentido que tiene en una ficción de terror, ejemplificando la inmortalidad obscena de los 'muertos vivientes' a los que se les puede disparar o acuchillar y que, aún así, seguirán avanzando torpemente. En las palabras de Lacan, lamella no existe, insiste.

Hay una razón por la que el subgénero zombi tiene éxito mundial, y es porque está profundamente enraizado en términos psicoanalíticos que, consciente o inconscientemente, nos atraen. Abnett, sin embargo, se atreve a llevar esto un poco más lejos, al combinar el legado de Bram Stoker con los vástagos de George A. Romero.

De acuerdo a Freud, la pulsión de muerte podría asociarse a la "compulsión a la repetición", una extraña urgencia por repetir experiencias dolorosas del pasado. Nos sucede cuando no podemos superar ciertos traumas, pero es también una manera útil de describir la conducta de los muertos vivientes en películas de terror, porque el hambre constante es de hecho una pulsión compulsiva. Los 'seres que no descansan' que rodean Londres representan esta repetición, esta inmortalidad obscena mientras que los vampiros representan el último bastión de racionalidad humana y la inmortalidad sublime, la belleza de nunca envejecer y de los cuerpos sin edad.
my drawing / mi dibujo

Sutton empieza a investigar el asesinato, y sin arruinar las sorpresas de este número, puedo decir que él descubre que algo muy oscuro sucede en la capital de Inglaterra. Pero, ¿cómo podría ser de otro modo si hay vampiros y zombis coexistiendo en el mismo lugar?

El artista de la serie es I.N.J. Culbard, un nombre que no me era familiar, pero creo que el tono estilístico de la serie es idea suya. Las portadas son como homenajes a las placas publicitarias de esa era, y las páginas interiores comparten algunos elementos con el ‘arte póster’, un movimiento artístico impulsado por Henri de Toulouse-Lautrec, Jules Chéret y Théophile Steinlen. Aquí, el uso de líneas paralelas o del degradé abren paso al contraste y a los colores brillantes.